Relación afectivo-sexual y discapacidad (o diversidad funcional)

Una pregunta de alguien con una discapacidad física acerca de lo poco que se habla (en su opinión) del amor y la sexualidad entre personas con discapacidad (o diversidad funcional) me ha llevado a una reflexión en este sentido. Aunque antes creo necesario introducir un cambio en el término de discapacidad que de manera negativa alude a la carencia o falta con respecto a lo que se considera normal. 

El término diversidad funcional, creado por el Foro de Vida Independiente y Divertad en el año 2001 pretende ajustarse más a la realidad, en la que una persona tiene una forma de funcionamiento diferente a la mayoría de la sociedad. El lenguaje es significativo porque produce, modifica y orienta el pensamiento, y por eso el lenguaje inclusivo es importante porque nos permite integrar, evolucionar, transformar y dar visibilidad a nuestros valores. 

¿Qué pensamos que es la sexualidad? ¿Hay diferentes sexualidades? ¿Cómo de diferentes? ¿Cómo podríamos evaluarla en ese caso? ¿Con qué parámetros? ¿Creemos en la existencia de una sexualidad normal? ¿Qué se considera normal? ¿Consideraríamos en ese caso la sexualidad entre personas con diversidad funcional como un problema? 

La sexualidad desde un ser sexuado atravesado por el lenguaje, no responde a una sexualidad única, hay tantas sexualidades o formas de vivirse, relacionarse o sentirse, como personas, sean estas con discapacidad o no. No hay eroticidad diferente en función de capacidades o discapacidades. La sexualidad es un camino a recorrer sin un objetivo final al que llegar. Se puede vivir de diferentes maneras, no solo la coital es la única manera de tener sexo, ya que entonces quedarían excluidas aquellas personas que no puedan o no quieran hacerlo así.  Hay miles de opciones de sentir siempre que el deseo esté presente y la fantasía sea un acicate para estimular otros sentidos o zonas consideradas como exclusivamente erógenas, como los brazos, el cuello, los dedos, las orejas…en definitiva, la piel que nunca falla y que todos poseemos. 

Como cualquier otro u otra, las personas con discapacidad tienen un cuerpo sexuado que experimenta sensaciones, deseo, sentimientos, placer, todo el cuerpo es erógeno. Y son muchas las veces que las personas con diversidad funcional lo que buscan es el acercamiento afectivo al otro, tocarse como una manera de ver la diferencia sexual o de reconocer su propio cuerpo y el del otro, o simplemente lo que buscan son caricias. Ellos también necesitan de vínculos afectivos sin condiciones, necesitan contar con una red de contactos sociales, su capacidad para enamorarse o sentir la atracción de y hacia otras personas. Su cuerpo, como el de todos tiene la capacidad de excitarse.

Hay todo un trabajo a realizar para romper con los mitos y los estereotipos que se tienen sobre la sexualidad ligada a la afectividad en las personas con discapacidad. No solo con las personas propiamente implicadas para que aprendan a conocerse,  y a expresar su erótica y sientan y vivan su sexualidad de la manera más natural, también con sus familias acompañándoles y dándoles el apoyo psicológico necesario para resolver sus necesidades y entender la problemática desde otro punto de vista. 

A menudo lo que se produce es un ejercicio de sobreprotección por parte de las familias o personal de apoyo, intentando evitar frustraciones al considerar que son incapaces de superar esas situaciones ilusionantes. Y de lo que se trata es de no negarles el derecho a una educación afectivo-sexual para que aprendan a relacionarse y a distinguir entre muestras de atención apropiada o no, al igual que diferenciar qué prácticas afectivas son susceptibles de llevarse a cabo en un ambiente público o íntimo. Siempre es aconsejable ponerse en contacto con instituciones, asociaciones o profesionales que trabajan este ámbito con el objetivo de dotar del derecho de las personas con diversidad funcional a una vida afectiva y sexual en plenitud, con garantías de salud y satisfactoria, algo fundamental para su bienestar y calidad de vida.


Imagen: Rosa Rosado

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