Sentirse orgulloso no significa ser orgulloso

A menudo se confunde el orgullo con la soberbia, pero el orgullo, cuando es positivo, emerge de la virtud o de valores generosos, mientras que la soberbia responde a la satisfacción de la propia vanidad, de un ego manifiesto. Es bueno expresar nuestra satisfacción por los logros alcanzados, porque es de vital importancia para nuestra autoestima saludable y positiva. Por eso es conveniente enseñar a los niños a sentir orgullo porque potencia el esfuerzo y el trabajo. A la vez que a ser humildes y generosos enseñándoles a compartir sus éxitos que les acercará a los demás.

Pero no hay que subestimar el orgullo cuando es negativo, cuando es excesivo y destructivo y puede desembocar en arrogancia y en vanidad. Esta emoción negativa que nos distancia de los otros, nos impide ver los errores que cometemos y pueden llegar a quedar ocultos bajo un sentimiento de soberbia. Ser orgulloso esconde la necesidad de que los demás nos valoren. Es difícil la interacción social o familiar con personas orgullosas porque nunca aceptan las críticas llegando a ser intolerantes con los errores ajenos. Si lo que se busca es esconder la vulnerabilidad, con el tiempo esta actitud nos convierte en más vulnerables. 

Convivir con un persona soberbia u orgullosa es complicado porque casi nunca acepta sus errores y casi nunca pide perdón. Tampoco entiende el lenguaje de la humildad y siempre se cree superior, se prioriza a sí mismo y todo lo percibe como una afrenta hacia su persona. Utiliza sentencias generalizadas y malinterpreta lo que se le dice. Son personas que miran al otro desde arriba y esa distancia emocional es tan fría que hasta a ellos mismos les cuesta ser felices. Este comportamiento van desgastando la relación con el otro progresivamente hasta alejarlo completamente o en su caso, limitando el contacto a lo imprescindible.

Ante una persona orgullosa, es necesario establecer límites teniendo en cuenta también cuáles son las virtudes de esa persona e intentando comprender, con una mirada apreciativa, su manera de ser, porque detrás de estas conductas, a menudo, se esconde una infancia bajo la tutela de unos cuidadores egoístas o como mecanismos de defensa por la falta de una mirada aprobatoria y críticas recibidas en la edad infantil y adolescente. Es necesario evitar los reproches sabiendo que no puedes hacer nada para cambiar a la otra persona, pero sobre todo cuidando de que tu autoestima no se vea perjudicada. No tolerar que el otro te trate mal o te falte al respeto, evitando agradar constantemente a esa persona o sintiéndote presionado por sus expectativas, haciéndole saber en todo momento que no estás dispuesta a soportar cualquier cosa.


Imagen: Rosa Rosado

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