Detrás de un síntoma siempre hay una historia, otra.
Una de las resistencias que bloquean y no permiten a algunas personas avanzar cuando sufren tiene que ver con no querer hacerse cargo del por qué de su angustia. Saben que hay algo no resuelto, que viene de atrás pero piensan que escondiéndolo, evitando pensar, o no afrontándolo, no existe. Pero la angustia es un afecto que no engaña. Siempre aparece ante una situación nueva, una y otra vez y que no podemos manejar.
Aquí lo que relata Victoria: tiene 31 años, vive con su marido y su hijo de 10 años. Trabaja como administrativa, ahora en casa debido al confinamiento. Tiene miedo al contagio, sobre todo de su pareja que sale a trabajar a diario. El miedo no le deja dormir y cuando se levanta se pasa todo el día con mucha ansiedad y bajo estado de ánimo. Tiene pensamientos negativos recurrentes. Aunque sabe que debe ayudar a su hijo con las tareas escolares, no tiene ganas y esto le produce más ansiedad. No desea realizar ninguna tarea.
Si esta historia acabara aquí, veríamos que todos los síntomas que tiene Victoria podrían ser extrapolables a una gran parte de la población en estas circunstancias de pandemia, y muchas de estas personas podrían manejar la situación de una u otra manera. Y si no, se ofrecería desde esta ayuda un apoyo para aliviar estos síntomas. Pero ella tiene más para contar y continua hablando mientras escucho. Estuvo en tratamiento psicológico cuando era más joven, dice que por traumas infantiles. Y eso (los traumas infantiles) es algo sobre lo que hay que pararse.
Quiero saber más y le escucho: Su madre tuvo depresión posparto cuando dio a luz a Victoria y no pudo superarlo. Comenzó a consumir alcohol y después se pasó a las drogas. Recuerda que siempre estaba ebria o “colocada”. Para Victoria, su madre siempre ha sido una madre ausente. De su padre tampoco dice mucho. En la actualidad, su madre está enferma de demencia senil y fibromialgia, ya no tiene problemas con el alcohol ni tampoco con el consumo de drogas. Pero está muy medicada. Sigue siendo una madre ausente, en palabras de Victoria.
Victoria tiene un hermano 6 años mayor que ha optado por aislarse de toda la familia. No quiere hablar de la infancia de ambos. Ella lo justifica como un mecanismo de defensa para no aceptar lo que ocurre y no sufrir. Victoria dice que ella no acepta lo que recuerda de su infancia, y por eso prefiere esconderlo, evitar pensar en ello. No quiere afrontarlo porque le hace sufrir.
Intervención:
Como el objetivo de esta atención psicológica online durante la pandemia es la contención y la psicoeducación, lo primero ha sido enfrentar a Victoria con sus miedos, identificando las emociones que le provocan los pensamientos y que le causan los síntomas que describe. Proporcionarle alguna de las herramientas o estrategias que reducen la ansiedad, como la relajación, por ejemplo. Pasar a la acción con rutinas flexibles y amables (no todas tienen por qué cumplirse), escuchar las necesidades, vivir en el presente, realizar actividades para sí misma, evitar el exceso de atención a los medios de comunicación y sobre todo, plantearse la utilidad de la preocupación.
De continuar la terapia, hay que recorrer otro camino y ver otras cosas a resolver. Un viaje que tiene como punto de partida la angustia que ahora se presenta y como destino final desvelar su origen. Para eso tiene que darse el deseo de saber y la pasión por buscar la manera de reconciliarse con aquello que tiene que ver con los traumas infantiles, con los roles parentales, o con una ausencia de la función materna, tal vez de la función paterna también en la edad infantil. No es posible resolver aquello que no se sabe de donde viene y por eso es necesario entrar en aquellos lugares “antiguos” donde se encuentran nuestros recuerdos olvidados.
Los nombres de las personas de estas historias de cuarentena son inventados, aunque sus historias son reales, contadas a través de la línea telefónica, durante el confinamiento del covid-19.
Imagen: Rosa Rosado
Psicología desde el alma 
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