Medicalización de la vida

La vida, al igual que la muerte, en la sociedad actual, no nos pertenece. La muerte ha perdido los efectos ceremoniales atribuidos a la frontera entre la autoridad terrestre y otra transcendente, para dar paso al nacimiento de la vida como el gran escenario de los nuevos rituales y mitos de la sociedad moderna. Decía Foucault “ahora es la vida y a lo largo de su desarrollo donde el poder establece su fuerza; la muerte es su límite, el momento que no puede apresar; se torna el punto más secreto de la existencia, el más privado”.

Si la muerte no nos pertenece en una sociedad biopolitizada, tampoco la vida es algo espontáneo, ahora “gracias” a la ciencia y la tecnología, la capacidad de intervenir sobre cualquier forma de vida está fuera de nuestro control, son los mecanismos de información y de gestión que posee el Estado quienes controlan los asuntos humanos.

Frente a la cultura de la salud, ha sido la cultura de la enfermedad sometida a la presión del “mercado de la salud” la que ha propiciado la medicalización de la sociedad, una medicalización como proceso imparable por la sociedad de nuestro tiempo, por el cual los médicos tratan problemas no médicos que afectan al bienestar humano, como el envejecimiento, el deterioro biológico, la soledad y la muerte, como si éstos fueran enfermedades. Pero…¿dónde están los límites de esa medicalización?.

No todo malestar humano entra dentro del esquema de una enfermedad, algunos de ellos son consecuencia de la condición biológica del cuerpo humano y de la historia personal. La medicalización en nuestros días y en nuestra sociedad no ha surgido de manera espontánea, es fruto de un factor sociocultural, en cuya historia intervienen intereses económicos (la industria farmacéutica, la cultura, el consumismo, la política…y la medicina), que pretende apropiarse de todos los problemas referidos a la salud, utilizando la enfermedad como único modelo y a los fármacos como sus únicas soluciones.

La medicina es la panacea en la sociedad moderna, alimenta la esperanza de vida, recluyendo a los enfermos crónicos en geriátricos, hospitales, unidades de cuidados intensivos, donde el deseo de las personas por combatir la muerte termina con la expropiación de ésta, con una muy baja calidad de vida y altísimos costes para la familia.

La vida eterna perturba el sueño de muchas mentes y la ciencia no deja de explorar maneras de prolongar la existencia, de detener el paso de los años, de prolongar la juventud, el vigor, la potencia sexual, todas ellas claves de éxito, de poder, porque la muerte se considera como el fracaso final de nuestras vidas.

Y es que la muerte para nuestra sociedad tiene un significado apenas biológico, despojada de cualquier carácter espiritual. En la sociedad actual se teme a la muerte porque nuestros grandes problemas como el amor, el destino, el lograr un sentido a la existencia son temas que ni siquiera nos los planteamos, sino que simplemente nos dejamos vivir (dejamos que otros decidan por nosotros cómo vivir y cómo y cuándo morir).

Imagen: Rosa Rosado


 

 

 

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑