Deprisa, deprisa

Si durante el Renacimiento tanto dormir como soñar eran importantes para la salud, en el período de la Ilustración que defendía la superioridad de la razón se consideraba el sueño como un desperdicio mental. Hoy en día, el tiempo para soñar se ha convertido en un deseo casi imposible de realizar, cuando es precisamente el tiempo lo que más escasea, o eso pensamos.

Todo se ha acelerado en una sociedad globalizada y no tenemos tiempo para concluir casi nada de forma satisfactoria. Somos prisioneros de la prisa y de la falta de paciencia,  la híper estimulación nos deja sin recursos para disfrutar de la vida.  Nos cargamos de actividades que realizamos a toda prisa sin apenas tiempo para hacer frente a lo esencial, a lo importante.

En algún momento alguien me dijo que las vacaciones son necesarias solo porque trabajamos. Y es verdad, también necesitamos de espacio porque estamos “encerrados”, necesitamos ir al gimnasio o salir a correr porque estamos demasiado tiempo parados; necesitamos de las dietas porque hay un exceso de ofertas culinarias o estamos sobre alimentados, y un sinfín de actividades que buscamos de forma acelerada para ocupar un tiempo que no tenemos. La velocidad es una falsa creencia de ahorro de tiempo, los días pasan antes con las prisas, se acortan.

A nivel relacional también la falta de tiempo acusa un deterioro en las relaciones personales. No hay tiempo ni siquiera para la intimidad y todo se reduce al sexo rápido (un fast sex en la jerga de moda), cuando lo hay. Y cuando las relaciones son difíciles el tiempo para trabajar la relación, dedicarle tiempo y cuidarla es un imposible.

Vivimos a toda prisa buscando llenar un vacío y perdemos de vista que eso es un imposible, y en cuanto creemos que estamos completos (falsa creencia) una nueva grieta o un vacío nos empuja a salir corriendo, a seguir buscando entre lo ilimitado de la oferta y la inmediatez de la demanda para seguir queriendo alcanzar la satisfacción, esa que nunca será satisfecha por completo, ya que la incompletud es el origen o el motor de la motivación del deseo, y solo siendo incompletos damos espacio al deseo.

Hoy me he levantado enarbolando la bandera de la lentitud, para que el tiempo, ese que decimos no tener, me permita dormir para poder soñar, mirar para poder ver, observar, reflexionar, escuchar, cuidarme y cuidar de los otros y del planeta. En definitiva enlentecer los tiempos para pensar, preguntar, estudiar, experimentar…y evitar el tiempo como un instrumento de dominación por la insatisfacción de pensar que es un bien desperdiciado.

Imagen: Rosa Rosado


 

 

 

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