Ama al prójimo como a ti mismo, o no

¿Qué significa amar al prójimo como a uno mismo? ¿Quien es mi prójimo? ¿Cuando no nos amamos a nosotros mismos no estamos amando al prójimo? ¿Cuando amamos en exceso al otro,le entregamos todo el amor, nos vaciamos de amor? ¿Qué tiene de valor, amar igual al otro como a uno mismo, y no más? ¿Amamos desde los mismos parámetros de amarnos a nosotros mismos?  

Prójimo, del latín proxîmus, persona próxima, cercano, semejante, son definiciones del vocablo prójimo. Amar al prójimo como a uno mismo es un texto bíblico con algunos diferencias en función de si lo leemos en el Antiguo o en el Nuevo Testamento. Y… ¿quién no estaría de acuerdo en situar al prójimo en una posición tan importante como la que nos otorgamos a nosotros?. Un intento de deshacerse del egocentrismo narcisista y pensar que hay un otro que vale tanto como uno mismo. ¿Pero tiene algún valor esa equivalencia? ¿No tendría más valor que fuese una exigencia? ¿Un más allá del amor a uno mismo? ¿Dónde está la virtud?.

¿No nos sentimos más confortables con aquel que piensa igual, con quien compartimos cosas en común, con ese otro que se parece más a nosotros mismos, con quien nos da la razón, con aquel que no nos lleva la contraría, con ese que se pone de nuestro lado…, con el próximo (el prójimo), en definitiva?. ¿Buscamos amar al prójimo porque huimos de nuestro amor propio? Cuando no nos amamos a nosotros mismos, corremos hacia el otro, el prójimo, huyendo del amor propio, buscando que el otro, el próximo, nos haga felices porque no somos capaces de estar con nosotros mismos. Amar al prójimo es amar lo que ya somos.

La relación con el otro es siempre conflictiva. Amar al prójimo no representa ningún desafío, lo que verdaderamente requiere un esfuerzo no es amar al próximo (al prójimo), sino al lejano, amar al extraño, al extranjero, a la potencia, a lo que podemos ser. Si practicamos el amor solo al prójimo hay un otro que se queda fuera. El Zaratustra de Nietzsche se interroga “¿os aconsejo yo amar al prójimo?. ¡Prefiero aconsejaros la huida del prójimo y el amor al lejano!». Nos enseña a reflexionar sobre el amor al prójimo más cercano al cristianismo y desplazarlo al amor a los seres distantes y escapar de ese afán de colonización del otro, en cuyo espejo nos miramos esperando que nos devuelva una mirada de aprobación, tal cual Narciso besándonos hasta desaparecer. 

Amar al extraño, al diferente o al prójimo podría llevarnos a reflexionar más que del amor a un prójimo o un extraño, a un modo de pensar en un ser con el otro, a deconstruir el binario de amigos-enemigos. A vernos nosotros como un otro próximo o lejano y buscar en la diferencia del otro a alguien, que aún siendo nuestro enemigo porque nos cuestiona o nos hace la guerra, al otro del conocimiento, que es quien nos acompaña en nuestro crecimiento cuando nos dice aquello que nos incomoda y que no nos atrevemos a decirnos a nosotros mismos. En definitiva, con quien nos moviliza y nos saca de nosotros mismos.


Imagen: Rosa Rosado

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑