Esfuerzo o sacrificio

Para muchas personas el sacrificio y el esfuerzo son dos conceptos que van de la mano. El  diccionario nos da una definición del sacrificio en base a dos acepciones, por un lado como una ofrenda en señal de reconocimiento o para pedir un favor y en segundo lugar como un esfuerzo, pena o trabajo impuesto para merecer o conseguir algo. En cualquier caso siempre es un esfuerzo extraordinario en el que los intereses personales caen de otro lado. El sacrificio está sobrevalorado. Forma parte de una cultura judeocristiana que implica privación (no comer para estar más en forma, no gastar para dejar algo a nuestros herederos, etc), supone renuncia, pérdida,…desmotivación.

Sacrificarse por algo, por alguien, por una causa, por el amor, desgasta, es dar el poder a alguien para que te domine y tiene un inmenso coste personal. El sacrificio humano nace para legitimar las diferencias de poder en la lucha de clases, una herramienta utilizada para mantener los estratos sociales.

Y cuando el sacrificio tiene que ver con el hecho de ser padres o tener hijos es algo que hay que considerar desde una óptica de impacto psicológico. Ese, el del sacrificio, es un discurso de fondo heredado de nuestras madres que sienten que tienen que renunciar a muchas cosas, pero sitúan a sus hijos en una posición de reo, una forma de encarcelarlo, en una deuda eterna. Los hijos no quieren que sus padres se sacrifiquen por ellos, lo que necesitan es su tiempo, su afecto, que sus padres estén bien consigo mismo, que no se sientan frustrados por tener que “sacrificarse” por ellos, y que le ofrezcan un amor sin condiciones.

Desde el lado del esfuerzo también hay algo que decir, principalmente en los tiempos actuales, en la sociedad neoliberal en la que vivimos. Las generaciones más jóvenes no han nacido en la cultura del esfuerzo, ahora toman el “atajo”, ¿para qué dar un rodeo?. Han tenido la suerte de nacer en una cultura de paz, prosperidad, de salud y en un mundo solidario. Todo está a su alcance, a menudo a un solo “click” de conseguirlo.  Y hay que prestar atención porque esto también tiene un coste y es cómo alcanzar el crecimiento personal necesario cuando no hay esfuerzo y compromiso para estimular el éxito que culmine en ese crecimiento personal.

Puede que el esfuerzo esté conectado con la motivación, con un propósito más grande que uno mismo, un esfuerzo con un mayor compromiso emocional, al contrario del sacrificio que es una obligación autoimpuesta, algo no grato que tienes que hacer y que te deja sin energía, y casi siempre hay queja en ello. En el esfuerzo, además de motivación, hay actitud de superación, pasión, ganas de alcanzar un logro, hay optimismo y visión de futuro y sobre todo hay recompensa al final del camino.

Y puede que la diferencia entre sacrificio y esfuerzo esté en el equilibrio. En el sacrificio, uno se olvida de si mismo renunciando a otras áreas de la vida para conquistar la meta que se ha fijado. El esfuerzo es el camino, se trabaja en base a metas o logros pero sin olvidarse de uno mismo y sin renunciar a otras muchas áreas de la vida, en definitiva, sin perder el equilibrio.


Imágenes: Sandra Rosado

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