Las resistencias en terapia

Al igual que ocurre en un proceso de duelo tras una pérdida, también cuando se van a producir grandes cambios que afectan a nuestra estructura psíquica, en el proceso terapéutico, suelen surgir lo que se denominan resistencias, cuyo ciclo tiene características similares a las propuestas por Kluber-Ros en los casos de duelo. Es decir, en la etapa inicial y ante la perspectiva de que se producirá un cambio, sufrimos un bloqueo inicial (etapa de choque); después comienza una fase en la que nos negamos a creer que el cambio se esté produciendo (etapa de negación): comienzan a surgir los sentimientos reprimidos en las etapas anteriores (etapa de ira); también nos negamos a aceptar que el cambio es necesario y buscamos soluciones para evitar ese cambio (etapa de negociación); cuando aceptamos que el cambio es inevitable para superar una situación, sufrimos una bajada del estado de ánimo, una depresión (etapa de tristeza o depresión); y cuando aceptamos que el cambio es necesario comenzamos a buscar la manera de afrontar la nueva situación (etapa de aceptación).

A menudo, las resistencias acaban en una interrupción de la terapia por parte del paciente. Hay diferentes motivos de abandono de un proceso terapéutico, uno de ellos es la expectativa que el paciente pone en el proceso, al inicio del tratamiento. Un proceso que dependiendo del enfoque psicológico, por ejemplo el cognitivo-conductual se basa en las “tareas para casa”, y que los pacientes tienen que realizar fuera del espacio de la terapia.  Existen pacientes que creen que el tratamiento finaliza cuando acaba la sesión y que el hecho de sentarse ante el terapeuta o de entrar en la consulta ya aporta una solución al problema que les lleva a terapia. Si no se hace un trabajo personal esas expectativas iniciales que el paciente se había ideado, no se cumplen y éste acaba por abandonar el proceso terapéutico.

Otras resistencias tienen que ver con la demanda, pues, al paciente, ya no le preocupa la circunstancia por la que ha venido, pues en un momento de la terapia relativiza el problema y cree poder enfrentarlo por sí mismo. También puede existir desmotivación porque el enfoque de la terapia no sea la corriente que mejor se adapta a este paciente. Además de otros factores económicos o de disponibilidad de tiempo o prioridades que el paciente se plantea cuando quiere dejar el proceso terapéutico.

Sea cual sea la resistencia que se pone de relieve, lo importante, como paciente, es tomar conciencia del proceso que se vive de cambio, y enfrentar el miedo a ese cambio mediante una comunicación fluida con el terapeuta. Como profesionales, las resistencias del paciente son también una fuente de cambio para nosotros, que pueden propiciar la puesta en práctica de procedimientos adaptados al nivel de resistencia del paciente, en definitiva, estrategias que permiten reducir la resistencia.


Imágenes: Rosa Rosado

 

 

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