Los padres en la vida de los adolescentes

Cuando se habla de la difícil etapa de la adolescencia y la relación que éstos tienen con sus padres, es preciso contextualizar esta etapa de desarrollo, pues no es lo mismo abordar la cuestión en una sociedad que flota en la abundancia, y que por tener cubiertas las necesidades básicas (de sobra) sitúa en el afecto, cariño y comunicación el próximo peldaño, que en aquellas otras que preservar la propia vida es ya de por sí todo un reto.

Los adolescentes de aquí y de allá nada tienen que ver. Los adolescentes de países en vías de desarrollo para quienes solo el hecho de saber que ese día podrán comer ya resuelve de alguna manera la etapa adolescente. Otros viven en países donde la vida apenas tiene valor y sobrevivir cada día es un día más, tampoco aquí la adolescencia en sí misma tiene valor. Si situamos el debate en un escenario cuyos adolescentes tienen cubiertas sus necesidades básicas, el afecto, la relación y la comunicación con los padres tiene especial relevancia para superar esta etapa de la adolescencia.

La adolescencia se caracteriza por una etapa en la que se dan cambios emocionales, es una edad repleta de cambios rápidos en su estado emocional, una gran necesidad de privacidad por parte de estos adolescentes y una tendencia a ser temperamentales. También los cambios físicos, al igual que los emocionales, tienen una carga importante en esta fase. Por ello, una buena relación entre los adolescentes y sus padres se gesta desde el momento en que nace, siendo de suma importancia la etapa infantil y la primera adolescencia. No se puede dejar todo el “trabajo” para el último momento.

La labor de educación que empieza con los padres, una labor que debe apostar por la comunicación, el afecto, el fomento de la autonomía y la responsabilidad y que ayudará a superar esa etapa en el camino a la edad adulta, se complementará con la educación en otros sistemas, como el educativo, la comunidad, la sociedad, etc…reiterando la importancia de empezar por la familia y antes de que los adolescentes se hayan convertido, dejando de ser niños, en adolescentes.

Es cierto que nunca se está preparado (los padres) para esa labor, pero un primer paso sería interesarse por estas cuestiones y ello requiere dedicación, responsabilidad, reflexión, empatía y en muchos casos una renuncia y sacrificio durante unos cuantos años, algo bastante complicado en una sociedad que pone tantas trabas a la conciliación laboral, que premia el triunfo profesional y que requiere de padres y madres el máximo de dedicación a la vida laboral. Si añadimos las exigencias que marcan los cánones de belleza o puesta en forma, la dedicación a otros asuntos queda en segundo plano.

Y cuando llegamos a casa estamos demasiado cansados, no solo para educar, también para mostrar afecto y cariño. Eso sí, a nuestros hijos no les faltará de nada, ya tendrán a su alcance, incluso la última versión en las últimas tecnologías. Pero habremos perdido un tiempo irrecuperable, cuando priorizar el tiempo de dedicación para comunicarnos con nuestros hijos y proporcionarles el afecto que necesitan redundará en su desarrollo de autoestima y autoconcepto para que lleguen a la edad adulta habiéndose sentido queridos.


Imágenes: Oihana Barato

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