Duración y fases en el proceso de duelo

(de la conferencia “manejo del duelo y afrontamiento de la muerte)

Las etapas del duelo no llevan un orden establecido, sino que vamos y venimos de ellas hasta que finalmente aceptamos la muerte o la pérdida como un hecho inevitable de la vida.

La etapa de la Negación: es una etapa en la que nos decimos aquello de “esto no está pasando” y nos resistimos a aceptar la pérdida. Lo hacemos así porque la realidad es tan dolorosa que elegimos negar que esté ocurriendo, porque aceptarlo nos obligaría a hacer algo, como tomar decisiones, por ejemplo. Hay, en este etapa, algunos mecanismos de defensa que refuerzan la negación, como la racionalización: se trata de darnos buenas razones para no aceptar la pérdida, aunque la mayoría de las veces estas razones sean ilógicas o absurdas, pero sirven para no aceptar la realidad. Otra resistencia o mecanismo de defensa es la negociación: tenemos expectativas de que podemos evitar la pérdida, por ejemplo en una ruptura amorosa cuando nos autoconvencemos de que la relación funciona o podría funcionar, y hacemos todos los intentos posibles hasta que la realidad nos coloca con firmeza con los pies en la tierra.

Y ponemos en marcha todos estos mecanismos de defensa porque queremos evitar en lo posible sentir enojo, dolor o tristeza, sentimientos que se reprimen, que no se quieren reconocer. Pero lo que ocurre es que se expresan de forma alterna, como dificultades para dormir, trastornos de la alimentación, ansiedad, aislamiento… ¿Qué ocurre cuando reprimimos los sentimientos? Pues…que la mayoría de las veces se somatizan, lo que significa enfermarse físicamente. Curiosamente es más fácil expresar el dolor físico que el dolor emocional.

La Ira: en esta etapa, nos preguntamos: “por qué a mí?”. En el proceso de duelo, es muy difícil gestionar la ira. Es un sentimiento que, socialmente, está mal visto. Desde pequeños nos enseñan a reprimir o negar la rabia, en lugar de enseñarnos a manejarla y canalizarla. En el proceso de duelo, la ira o la cólera son expresiones normales de duelo. Es normal en esta etapa sentir culpa, por no haber llorado suficiente, por no haber podido controlar el llanto, incluso a veces, los adultos nos culpamos de no haber hecho lo suficiente, de no haberlo cuidado más, como si de nosotros dependiera evitar la tragedia. En esta etapa también es importante que tanto los amigos como los familiares dejen que el doliente se exprese libremente, sin juzgarlo o reprenderlo, ya que esto es normal y temporal.

La Negociación: hay una frase que resume esta etapa de la negociación, y es “Qué hubiera pasado si…?” Nos quedamos en el pasado para intentar negociar nuestra salida de la herida mientras pensamos en lo maravillosa que sería la vida si la persona en cuestión estuviera con nosotros. Es una etapa de sentimientos y fantasías que no coinciden con la realidad actual.

La desesperanza o la pena: en esta etapa los sentimientos que van cobrando mayor fuerza son predominantemente la tristeza, la desesperanza, el miedo y la incertidumbre ante el futuro. Es aquí donde se va aceptando la situación. Pensamientos como “echo de menos a mi ser querido, no tiene sentido seguir…” indican que hemos aceptado la pérdida. Una dificultad en esta etapa está en la ambivalencia entre guardar los recuerdos sobre lo perdido u olvidarse de ellos. Y una tarea en este sentido sería la de atreverse a recordar, sentir la pena que emerge de esos recuerdos unidos a objetos y lugares y que irán perdiendo poco a poco esa viveza, esa asociación a algo que ya no podemos recuperar, para dar paso a nuevas ilusiones o experiencias.

La aceptación: esta etapa consiste en aceptar la realidad, la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente y que debemos aprender a vivir sin él de ahora en adelante. Debemos aprender a convivir con la pérdida y a crecer mediante el conocimiento de nuestros sentimientos. Ahora nos vamos a permitir recordar sin culpa. Invocar los recuerdos y hacer una evaluación de nuestra vida analizando el crecimiento durante este proceso.

A medida que se vayan tolerando los recuerdos en nuestra mente y en nuestras conversaciones con otras personas, el proceso de duelo se va elaborando con éxito. Una señal de este éxito es cuando vamos pudiendo emprender actividades por nosotros mismos, sin el ser que hemos perdido, y cuando los sentimientos y los estados afectivos tienen que ver más con la vida cotidiana, con lo que está pasando, que con la pérdida. En definitiva, cuando vamos incorporando nuevos intereses y relaciones es cuando se puede considerar que el proceso ha llegado a su fin.


Imágenes: Rosa Rosado

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