Cuando la soledad no es una opción

Cuando la soledad sobreviene por diferentes situaciones por las que atravesamos en nuestra vida, algunas veces, se transforma en un sentimiento que nos hace sufrir. Y es un sentimiento que es más frecuente o que incrementa con el tiempo, con la edad.

Para entender cómo aparece el sentimiento de soledad es necesario, al igual que en otras actitudes o emociones, retroceder hasta la infancia y rastrear la influencia que ese periodo ha tenido en etapas posteriores de la vida. Una relación temprana satisfactoria con la madre (no tiene porqué estar basada en la lactancia natural), significa que se puede dar y recibir amor, no solo cuando el bebé se alimenta, respondiendo de esta manera a la satisfacción de las necesidades que tiene el bebé, sino también en respuesta a la presencia y al afecto de la madre, lo que se llama satisfacer la demanda, la demanda de presencia, de afecto, de amor. El recuerdo de esas felices experiencias va a representar una ayuda muy valiosa cuando en etapas posteriores nos sintamos frustrados, porque ello estará vinculado a la esperanza de que habrá otros momentos felices, de que todo pasará, que el sentimiento de soledad, también desaparecerá.

Dependiendo de cómo vayamos superando las etapas evolutivas del ciclo vital, estaremos mejor o peor preparados para redefinir la siguiente etapa con cierto éxito. A nivel individual y una vez que hemos superado las etapas de la infancia, de la adolescencia y de la juventud, ya en la etapa de la madurez, no superar esta etapa con cierto éxito, puede llevar a la persona a sentir que su vida está vacía, que es monótona. Y más adelante, en la etapa de la vejez, la del momento de la unificación plena de la personalidad, lo que se viene a llamar la integridad del ego, superar esta etapa supondría apreciar la continuidad del pasado, el presente y el futuro. Supondría aceptar el ciclo de la vida.


Imágenes: Sandra Rosado

 

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