Miedo a la soledad (conferencia)

¿Qué es la soledad?

Cuando pensamos en la soledad, es normal y frecuente que nos vengan a la mente palabras como abandono, desamparo, depresión, falta de compañía o tristeza. Pero si hacemos el ejercicio de pensar en clave positiva, podríamos también pensar en términos de descanso, de concentración, de paz, creatividad, retiro, o de conexión interior, por poner algunos ejemplos.

¿Pero…qué es la soledad? La soledad en el cuento del Principito “es un reencuentro consigo mismo y no un motivo de tristeza, la soledad es un momento de reflexión”. Podríamos decir que la soledad es la condición más genuina del ser humano. Que es el cuerpo humano expuesto al otro, intervenido por el otro, un cuerpo que deja de ser cuerpo de las necesidades para ser cuerpo de las demandas. ¿Qué quiere decir esto?. Si retrocedemos a la infancia, el bebé satisface la necesidad a través del alimento y satisface la demanda por medio del afecto, de la presencia de la madre, en definitiva.

La soledad es por lo tanto, una dependencia del otro, que deja al cuerpo marcado por la soledad, necesitado de apego. Esa presencia es la que marca la soledad como miedo a la pérdida. De ahí ese afán que tenemos por incluirnos, para así escapar de esa soledad mortal que nos atemoriza. Ese cuerpo no se posee, aunque nadie puede abandonarlo, por eso es soledad. Tampoco tiene portavoz, el portavoz es siempre el grupo. Y por eso, también, el ser humano busca completarse con el otro, existir para el otro.

Aunque la soledad sea un estado permanente, que nos acompaña siempre, no lo es así el sentimiento de soledad. El sentimiento de soledad, sentirse solo, es algo temporal. Existe una gran diferencia entre estar solo o sentirse solo. Cuando el sentimiento de soledad nos invade, aún en compañía, es cuando las personas decimos “me siento solo”. Volviendo al libro del Principito, también recogía este sentimiento, cuando decía “…se está un poco solo en el desierto, a lo que respondía la serpiente: se está solo también con los hombres”. Es decir, acompañados por los otros, también se puede sentir la soledad.

Lo soledad como tal puede ser un acto voluntario, es decir cuando las personas eligen vivir en solitario. O también puede ser involuntaria, cuando por diversas circunstancias o acontecimientos de la vida, éstos llevan a la persona a sufrir ese sentimiento de soledad. Aunque no siempre hay un relación causal, algunas veces la soledad también se ve influenciada por las características personales, por ejemplo la timidez o la introversión. Lo que lleva a que algunas personas se aíslen del resto, del grupo.

También el modo de vida guarda una relación con la soledad, es decir, el contexto en el cual nos movemos tiene influencia, de alguna manera, en ese sentimiento de soledad. No es lo mismo vivir en un pueblo o una ciudad pequeña donde siempre las probabilidades de conectar con gente conocida o de establecer lazos sociales, es mayor, que vivir en una gran ciudad en la que alcanzar un sentido de pertenencia a un grupo va a resultar siempre algo más difícil.

La soledad la puede experimentar cualquier persona, independientemente de la edad que tenga, del rango social, o del género, aunque la mayoría de los estudios abordan la soledad en una edad determinada, porque es en ese tiempo, nos referimos a la vejez, cuando más se sufre ese sentimiento de soledad, cuando se vive con mayor intensidad la soledad.

Por otro lado, una mayor esperanza de vida provoca que más personas estén solas y ese dato aumenta la estadística en ese sentido. También, la mayoría de los estudios coinciden en relacionar el sentimiento de soledad con la falta de comunicación, con el aislamiento o la falta de compañía, también con la nostalgia de algo o de alguien, con la pérdida del amor, del objeto amado, de afecto, con la tristeza y con la depresión, muchos de los términos que se han mencionado al comienzo.

La soledad absoluta no existe, porque siempre hay alguien con quien se mantiene o se puede mantener cierta cercanía, bien a nivel físico o a nivel emocional. Siempre que necesitemos ayuda, siempre habrá alguien ahí, cerca que esté dispuesto a ayudarnos. Es por tanto un sentimiento o estado subjetivo ya que existen matices, grados de soledad que se pueden percibir de diferente manera según la persona. Por eso es importante establecer la diferencia entre vivir solo o vivir aislado, porque la soledad se siente o se puede sentir estando en compañía, mientras que se puede vivir solo y ello no significa estar aislado y no que la persona en cuestión no tenga relaciones sociales.

A veces, y en determinados momentos la soledad es valorada por muchas personas como imprescindible para descansar, para concentrarse o también para encontrarse con uno mismo. Alguna vez nos ha ocurrido que después de una larga jornada entre gente, necesitamos un descanso y nos decimos aquello de “por fin solos”. Aunque en otras ocasiones, la soledad ha sido vinculada al castigo en algunos ámbitos de la sociedad: las cárceles, cuando a los presos se les quita libertad aislándoles en celdas de castigo. También los enfermos cuando por diferentes motivos son aislados; y en la iglesia con la excomunión que ha sido una forma de condena, de expulsión de la comunidad.

Uno de los mayores temores del ser humano es la amenaza de exclusión, ser expulsado. No hay mayor condena que la de no existir para los otros. Y también, el sentimiento de soledad aparece, cuando nos sentimos abandonados por las personas que amamos, por las personas a las que nos unen vínculos sociales. En definitiva, cuando dejamos de existir para los otros es cuando sobreviene el sentimiento de soledad.

Por otro lado, cuando la soledad se siente de manera subjetiva, la soledad es una experiencia que está mal vista. A veces se vive de forma silenciosa por el miedo a ser señalados por el resto de personas, porque no está bien visto ser una persona solitaria ya que se asocia, casi siempre, con ser una persona que no tiene amigos. Pero, no siempre ha habido una asociación negativa, sino que en ocasiones, la soledad es un concepto vinculado a algo positivo, como la de aquellas personas que deciden vivir en soledad como una forma de conectarse con su mundo interior, o simplemente un momento para descansar.

Emociones vinculadas al sentimiento de soledad

Detrás del sentimiento de soledad, hay emociones, como el miedo y la angustia. Miedo a lo desconocido, a la vejez, a la enfermedad, a la muerte, miedo al abandono, a quedarse solo, pero sobre todo miedo a no existir para los otros. El miedo nos paraliza, nos bloquea y nos impide avanzar; nos impide reaccionar, afrontar determinadas situaciones o iniciar cualquier cambio.

Pero como decía Nelson Mandela “no es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo”. El miedo del que hablamos aquí, no nos deja reaccionar ni aceptar que la soledad se puede vivir de manera positiva, si encontramos un sentido a la vida y en consecuencia ponemos en marcha estrategias que nos permitan conquistar el miedo, manejarlo y conseguir que no nos bloquee.

Me voy a permitir hacer un paréntesis para comentar, a propósito de encontrar sentido, una cita de Nietzsche a la que Victor Frankl, un psiquiatra austriaco de religión judía que sobrevivió a varios campos de concentración nazis hacía referencia en su libro “El hombre en busca de sentido” cuando citaba “…el que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier como”. Por lo tanto, lo esencial es la búsqueda de sentido a la vida, encontrar un porqué para vivir, porque entonces encontraremos un cómo, que puede ser en solitario o puede ser aceptando que la soledad no siempre tiene por qué ser negativa.

¿Qué ocurre cuando la soledad sobreviene?

Cuando la soledad no es una opción, cuando sobreviene por diferentes situaciones por las que atravesamos en nuestra vida, algunas veces, se transforma en un sentimiento que nos hace sufrir. Y es un sentimiento que es más frecuente o que incrementa con el tiempo, con la edad.

Para entender cómo aparece el sentimiento de soledad es necesario, al igual que en otras actitudes o emociones, retroceder hasta la infancia y rastrear la influencia que ese periodo ha tenido en etapas posteriores de la vida. Una relación temprana satisfactoria con la madre (no tiene porqué estar basada en la lactancia natural), significa que se puede dar y recibir amor, no solo cuando el bebé se alimenta, respondiendo de esta manera a la satisfacción de las necesidades que tiene el bebé, sino también en respuesta a la presencia y al afecto de la madre, lo que se llama satisfacer la demanda, la demanda de presencia, de afecto, de amor.

El recuerdo de esas felices experiencias va a representar una ayuda muy valiosa cuando en etapas posteriores nos sintamos frustrados, porque ello estará vinculado a la esperanza de que habrá otros momentos felices, de que todo pasará, que el sentimiento de soledad, también desaparecerá.

Dependiendo de cómo vayamos superando las etapas evolutivas del ciclo vital, estaremos mejor o peor preparados para redefinir la siguiente etapa con cierto éxito. Por ejemplo: a nivel individual y una vez que hemos superado las etapas de la infancia, de la adolescencia y de la juventud, ya en la etapa de la madurez, no superar esta etapa con cierto éxito, puede llevar a la persona a sentir que su vida está vacía, que es monótona. Y más adelante, en la etapa de la vejez, la del momento de la unificación plena de la personalidad, lo que se viene a llamar la integridad del ego, superar esta etapa supondría apreciar la continuidad del pasado, el presente y el futuro. Supondría aceptar el ciclo de la vida.

El sentimiento de soledad puede coincidir con algunos acontecimientos vinculados a las etapas evolutivas por las que atravesamos a lo largo de nuestra vida. Así, en la etapa llamada del nido vacío, llamada así cuando los hijos salen del hogar, la pareja necesita volver a acomodarse a la nueva situación y encontrar sentido a la convivencia. Superar con éxito esta etapa, además de no impedir que los hijos se vayan y adopten cierta independencia, para que también ellos superen su etapa vital individual, y nosotros como padres superemos la nuestra como adultos, supone poder adaptarnos a la nueva situación.

Cuando no somos capaces de enfrentarnos a este primer desafío, es cuando sobreviene ese sentimiento de soledad y de tristeza propio de esta etapa del nido vacío. Superarla con éxito, por el contrario, prepara para las etapas posteriores, etapas como la de la madurez y de la vejez, y así podremos afrontar mejor ese sentimiento de soledad si sobreviene.

Otro acontecimiento que nos puede provocar un sentimiento de soledad y al que tenemos que enfrentarnos en la edad adulta, es el momento de la jubilación, que nos puede llevar al aislamiento social si no somos capaces de poner en marcha estrategias para ocupar el tiempo libre del que disponemos ahora, y encontrar otro tipo de relaciones que no sean únicamente la profesionales.

También estaría la situación de viudedad, uno de los acontecimientos más traumáticos por el que pasa una persona y de manera particular las personas mayores, porque cuanto más unida esté la pareja, mayor será el impacto emocional de la muerte de uno de los dos. Y es difícil que la compañía de otras personas, al principio, alivie los sentimientos de soledad y de tristeza. Y para las personas que nunca han vivido en pareja, afrontar la vejez, la enfermedad o la pérdida de personas cercanas, puede ser también causa de ese sentimiento de soledad del que estamos comentando.

Algunas falsas creencias en torno a la soledad

El estereotipo de que las personas solitarias son seres antisociales o inadaptados, o mala gente no tiene porqué ser verdad, porque, a veces, la soledad la sufren personas que están rodeadas de gente y el sentimiento de soledad es algo subjetivo, algo que cada uno de nosotros puede sentir de manera diferente ante determinadas situaciones.

La soledad no implica ser un inadaptado social, las personas solitarias pueden tener otras personas en su vida, aunque quizá les cuesta crear un vínculo fuerte con alguien en concreto, o les cuesta intimar, pero no tienen porqué tener problemas de adaptación al entorno social. Como, ser una persona solitaria no quiere decir que no se desee tener amigos. Lo que ocurre es que raras veces se afronta esta situación ni se comparte el sentimiento con las personas que eligen vivir en solitario. Por el contrario, estar rodeado de amigos, no es siempre suficiente para superar el sentimiento de soledad, porque las personas que sienten soledad, a veces, no se sienten comprendidas por los que les rodean y llegan a sentirse, si cabe, más solos aún. Otra falsa creencia es que aunque la soledad nos acompañe siempre, el sentimiento de soledad no dura eternamente.

Por lo tanto, el sentimiento de soledad es un estado temporal, derivado de diferentes situaciones o circunstancias: una mala experiencia, un cambio en nuestras vidas, un problema concreto, no aceptar la soledad, o una elección, y que no es un problema de incapacidad. Y como no es un problema de incapacidad, el sentimiento de soledad es algo a lo que se puede enfrentar, si se desea: se puede enfrentar aceptándolo, aunque sin resignarse. Podríamos decir, aceptarlo antes incluso de entenderlo, sin precipitarse a entenderlo. Y a partir de la aceptación, poder elegir, porque hay otros tiempos, otros lugares, porque hay otros modos de vivir.

Estar solo no significa, por tanto, que la vida no tenga sentido para algunas personas, aunque no la compartan con otros. Se puede sentir uno bien y encontrar sentido a la propia vida incluso viviendo en solitario. Disfrutar de estar solo, de esa soledad, porque cuando se acepta, uno puede estar preparado para vencer el miedo o la angustia a superar el sentimiento de soledad si ese sentimiento acontece, haciéndose a ella, a la soledad, o reaccionando a ella. Se puede vivir una realidad positiva y constructiva, en la cual se puede reflexionar, conectarse con uno mismo. Dicen que las personas que saben vivir la soledad, suelen ser más creativas, que son grandes observadores y que leen más. Y esto es así porque tanto la lectura como la creatividad necesitan de concentración y tranquilidad.

Como señalara Carl Jung “la soledad es peligrosa, es adictiva. Una vez que te das cuenta de cuánta paz hay en ella, no quieres lidiar con la gente”.

¿Se puede manejar el sentimiento de soledad?

La soledad en muchos casos es un estado necesario para poder establecer un nuevo orden, para elaborar duelos y para poder mirar dentro de nosotros y reconocernos en lo que somos: seres humanos que necesitamos de conexión y sentido de pertenencia.

Decía Alejandro Jodorowsky que “para amar hay que emprender un trabajo interior que solo la soledad hace posible”.

Para superar el sentimiento de soledad, no existen fórmulas mágicas, ni estrategias universales que sirvan para todas las personas. La soledad se experimenta por todo ser humano en algún momento de su vida, porque siempre se tendrá la sensación de que algo falta. Cada persona tiene que hacer su proceso individual, enfrentar esa etapa sin tanto dolor, buscando la compañía de otros que no le juzguen ni deseen minimizar o acelerar el proceso y que le ayuden a salir fortalecido de esa experiencia, que le ayuden a reconocer su capacidad para apoyarse en sí mismo, a recuperar la confianza y su valor personal. Cada persona tiene que recorrer su camino, también en solitario, si quiere encontrarse en los otros.

Lo que es común a todas las personas, son las emociones como el miedo o la angustia que se siente, emociones que nos hacen sufrir y nos paralizan y las cuáles tenemos que gestionar o conquistar. Lo primero que podríamos hacer es aceptar que tenemos miedo, es un buen comienzo, y que reconocerlo no es un síntoma de debilidad, porque todos lo tenemos. Negar o reprimir los sentimientos dolorosos o desagradables, lo único que consiguen es que se mantengan ahí, hasta que estemos dispuestos a escucharlos y a sentirlos. Eso sí, sin “enamorarse de la propia pena” y quedarse fijado en ella, sino sentir y aceptar la experiencia teniendo confianza y seguridad que, como todo en la vida, también esto pasará.

En segundo lugar, podemos tratar de identificar el miedo a estar solos, aunque a veces no sea fácil reconocerlo. Hay algunos pasos que sí podemos ir dando para reaccionar mejor ante ese sentimiento: buscando en nuestro interior de qué tipo de soledad estamos sufriendo a qué se debe ese sentimiento, es decir a qué circunstancias: enfermedad, pérdida de amistades, pérdidas de seres queridos, pérdida de interés, no aceptación…porque dependiendo de la situación y del tiempo de duelo que se necesite para superar esas situaciones, esas pérdidas, seremos capaces de de vivir ese sentimiento de otra manera, sin tanto dolor y sufrimiento.

Es necesario perder el miedo a mirar dentro de nosotros y afrontar la necesidad de saber cómo somos en realidad: cuáles son nuestras ilusiones, nuestras ambiciones, nuestras limitaciones, nuestros miedos,…y evaluar nuestra imagen, encontrarnos a nosotros mismos, y aceptarnos a partir de lo que somos. Podemos tomar la iniciativa para entablar nuevas relaciones. Determinar qué tipo de personas nos interesan y poner en marcha estrategias para contactar. Hay lugares como la biblioteca, el hogar del jubilado, la universidad, el polideportivo, las piscinas, la iglesia, internet, …o cualquier otro espacio que nos interese para establecer lazos sociales.

Hay que tener en cuenta que no hay nada qué perder, y que el miedo al rechazo es solo un freno para hacer nuevas amistades o establecer nuevas relaciones sociales. A veces, la utilización o aprendizaje del uso de nuevas tecnologías, incluso en las personas mayores, puede ser una buena herramienta para conocer gente.

En cualquier caso hay que tener en cuenta que aunque las personas necesitamos unas de otras y debemos estar abiertas al contacto con los otros, necesitamos aprender a retirarnos para similar lo que hemos vivido a través de los demás, para lograr un buen equilibrio. Algo así como los períodos de sueño y vigilia, que no podemos estar todo el tiempo en uno de los estados, sino que para lograr el equilibrio necesitamos de los estados, del sueño y de la vigilia. Porque las relaciones se pueden saturar si no somos capaces de respetar los espacios de cada uno, por no saber enfrentarnos a la soledad. Por lo tanto, debemos retirarnos para recuperar el equilibrio aún a pesar de sentir soledad. Es bueno dejar a un lado la actitud de víctima, siempre hay personas buenas, que como nosotros, desean conocer a otros. Tenemos, por tanto, que perder el miedo a iniciar una relación.

Por otro lado, es necesario evitar encerrarse en uno mismo en aquellos momentos en los que se tiene esa fuerte sensación de soledad, porque puede generarse mucho daño y mucho sufrimiento. Es mejor contar con alguien, como se ha comentado, siempre hay con quien se puede intimar. Es bueno también, valorar la capacidad que tenemos de “llenar” a más gente de la que creemos, y que hay personas cerca con las que merece la pena conectar. Una vez más, perder el miedo a nuestra capacidad de relacionarnos. Otros modos como iniciar o retomar, si se han dejado antes, actividades físicas, artísticas o culturales que nos ponen en relación con personas que tienen intereses parecidos a los nuestros y con quienes vamos a conectar más fácilmente.

Y muy importante, pensar que el sentimiento de soledad no dura para siempre, y que no forzosamente la soledad es mala, o negativa, porque podemos transformarla en un espacio de reflexión para conocernos a fondo y encontrar nuestra propia identidad, o simplemente para dar rienda suelta a nuestra creatividad.

Y si a pesar de todo no se tienen las fuerzas necesarias, ni la tranquilidad para enfrentar este sentimiento de soledad, no hay que dudar en consultar con algún profesional de la psicología que nos pueda guiar o ayudar en el camino de reencuentro con nosotros mismos y poder comunicarnos con los demás. Pero no olvidemos que ese camino lo tenemos que hacer nosotros solos y que la ayuda se refiere en términos de herramientas que se nos dan, pero que somos nosotros quienes debemos construir nuestro guión de vida. Quienes elijamos de manera responsable nuestra posición subjetiva.

Como apuntaba Eduardo Galeano “Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos”.  


Imágenes: Sandra Rosado

 

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