Conductas explosivas e impulsividad

La impulsividad es un concepto multidimensional que tiene muchos factores, biológico, psicológico y social y un importante papel en el desarrollo desde edades muy tempranas. La falta de control o impulsividad es una reacción rápida, imprevista y desmesurada ante una situación que se presenta. Es un modo de actuar que atiende a los deseos personales y a actuar sin tener en cuenta las consecuencias.

La impulsividad o la falta de control se puede dar en diferentes ámbitos, como el deseo sexual, las adicciones, las compras compulsivas, o lo que se llama trastorno explosivo intermitente, IED (en sus siglas en inglés=intermitent explosive disorder), que no es más -ni menos- que una explosión de agresiones explosivas, que pueden ser a nivel verbales o físicas, en el peor de los casos, y que se repiten de forma desproporcionada. Hay otros tipos de impulsos, como la onicofagia (manía de comerse las uñas); la piromanía, la cleptomanía o la tricotilomanía (impulso que lleva a arrancarse el pelo).

Nos detenemos en el trastorno impulsivo intermitente porque aunque la edad promedio de inicio de este trastorno está alrededor de los 14 años y  tiene una gran incidencia en los individuos más jóvenes, en la primera infancia ya aparecen los primeros síntomas, como los berrinches recurrentes, los estallidos emocionales y las peleas con otros niños. De ahí la importancia de enseñar a los más pequeños a reaccionar de forma adecuada ante determinados sentimientos, emociones y pensamientos. 

No prevenir la impulsividad en las primeras fases, puede devenir en la edad adulta en conductas explosivas en la interacción con los otros. Los adultos con ese trastorno tienen una muy baja tolerancia a la frustración y se enfurecen de una manera desproporcionada por pequeñas cosas: El comportamiento de estas personas se manifiestan a través de la agresión verbal, y pueden pasar a la agresión física contra la propiedad, los animales u otras personas. Y en menor medida son personas cuyo nivel de ira puede alcanzar altos niveles de estrés. 

El trastorno explosivo intermitente en la edad adulta puede responder también a personas que han tenido algún trauma emocional en la primera infancia o adolescencia, como antecedentes de maltrato o abuso de los progenitores que puede ser físico o psicólogo; o separaciones o divorcios traumáticos de los padres en esa etapa infantil. Cuando se desencadenan episodios de rabia ante situaciones que no pueden controlar, estos sujetos pueden experimentar consecuencias graves para su salud como un alto grado de estrés, presión arterial alta o accidentes cerebrovasculares. Y menos graves como opresión en el pecho, problemas respiratorios, contractura muscular, o pensamientos acelerados, entre otros.  

Que el sujeto se haga responsable de lo que le ocurre, es un primer paso para iniciar un tratamiento que pasa por aprender a reconocer y manejar su ira de forma saludable y prevenir los episodios explosivos. Se hace a través de técnicas de relajación, desensibilización sistemática, desarrollar nuevas maneras de pensar (reestructuración cognitiva) , aprender formas para mejorar la comunicación, usar la resolución de problemas, o control del estimulo, entre otros. En ocasiones y dependiendo del grado del trastorno, puede ser eficaz como tratamiento en la fase inicial el uso de fármacos -siempre desde el servicio de psiquiatría- que aumentan la función serotoninérgica y aquellos otros que disminuyen el funcionamiento dopaminérgico y que han demostrado su eficacia en la reducción de conductas impulsivas. Y en paralelo realizar un trabajo personal de transformación personal que, a largo plazo, tiene mejores y más duraderos resultados.


Imagen: Oihana Barato Rosado

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