Etiquetas, un estigma social

Poner, ponerse etiquetas, diagnosticar, diagnosticarse… entraña grandes peligros para las personas, pero sobre todo para el crecimiento personal, porque etiquetar es una manera de medicalizar (medicalización del lenguaje). Una vez que te han puesto, o que te has puesto una etiqueta, actúas o no, en función de ese estigma. Porque las etiquetas tienen consecuencias graves, principalmente en los niños. A nivel escolar o familiar, poner una etiqueta a un niño con dificultades puede ser estigmatizante, genera discriminación escolar o social, en su camino hacia la construcción de su subjetividad, en un intento de ocultar su verdadero self para adaptarse al entorno. El riesgo de poner etiquetas daña la autoestima y el autoconcepto tan necesarios para el desarrollo.

En una sociedad patologizada en la que cualquier comportamiento es etiquetado como un trastorno, véase la tristeza o el duelo, por ejemplo, que suelen ser comportamientos normales o esperables en momentos concretos del desarrollo humano, son diagnosticados como conductas enfermas.

Las etiquetas también conducen a una “profecía autocumplida” en la que si piensas que tienes esas limitaciones y que no hay nada que pueda cambiar, no harás nada para enfrentarlas y en consecuencia las posibilidades de realizar cualquier esfuerzo en ese sentido se reducen. Y, sin embargo, no hay más límites que los que uno mismo se pone.

Luego, en la edad adulta, a veces nos resulta más fácil recurrir a las etiquetas que llevamos pegadas: “…es que yo soy así, no sirvo para esto, soy un deprimido, esto a mí nunca se me ha dado bien…”, que aventurarnos a probar, salir de la “zona de confort”. Porque tal vez no somos así, sino que, de alguna forma, una vez lo fuimos, o lo estamos siendo, y se puede aceptar que el cambio de posición es posible, entonces todas las posibilidades están abiertas.

Abandonar la zona de confort implica un riesgo: explorar en lo desconocido y abrirte a nuevas experiencias, y…esto a veces es inquietante. Pero nunca es tarde para analizar la etiqueta que llevas puesta y no acabar encasillado en aquello que un día alguien dijo de ti y tu lo creíste. Creer en ti y abandonar esa zona de confort te permitirá estar abierto a la posibilidad de cambio.


Imágenes: Rosa Rosado

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